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Cuando Jesús nació en la oscuridad de la noche, el ángel dijo a los pastores que cuidaban de sus rebaños: “Paz en la tierra a la gente de buena voluntad”.
Necesitamos volver a escuchar ese eco navideño porque, ciertamente no tenemos paz en nuestro mundo, ni en Estados Unidos. A veces, tampoco tenemos paz en nuestro corazón ni en nuestra familia. Y, a veces, también enfrentamos división dentro de la Iglesia.
El ángel dijo: “Paz a la gente de buena voluntad”. Donde no hay paz, tenemos que preguntarnos dentro de nuestro propio corazón y, dentro del corazón de los demás, si estamos actuando o no, de buena voluntad.
Para ser más específicos, hay guerras y rumores de guerra en todo el mundo. En nuestro propio país, hay una falta de respeto. Los pensamientos sin filtrar, cortan corazones, y hemos experimentado mucho de eso durante muchos años.
Nos encontramos en un lugar común en que, las personas, pueden decir lo que quieran sin considerar el efecto que sus palabras tienen en los demás.
Más de una persona me ha dicho: “Tengo derecho a la libertad de expresión y, puedo decir lo que quiera”.
Siento disentir. Todos tienen derecho a sus opiniones, pero no debemos expresar esas opiniones de una manera que ofenda deliberadamente a alguien, o lo trate de una manera menos humana.
Debemos respetarnos unos a otros, e intentar dialogar de manera civilizada, particularmente, cuando no estamos de acuerdo.
Pero, no son solo las palabras las que han hecho daño a otros; también son acciones.
Las protestas pacíficas, tienen un lugar protegido constitucionalmente en nuestra sociedad y, brindan a las personas, la oportunidad de usar palabras y acciones para expresar un punto de vista. Sin embargo, las protestas violentas, no se pueden justificar.
Vimos esto en el verano, cuando sucedieron protestas violentas una y otra ves, para denunciar la injusticia social y, el racismo. Sobre todo, recientemente en Washington, D.C., vimos protestas de personas que tienen derecho a protestar. Pero, esas protestas se volvieron violentas y, no respetaron los derechos de los demás. Se llevaron la vida de cinco personas.
No importa de qué lado político estés. La violencia y, quitarle la vida a otra persona es un pecado.
Para mí, es evidente que, existe una ira subyacente que existe en nuestra sociedad. Señalar con el dedo a los demás, nos recuerda que cuando lo hacemos, hay tres dedos apuntando a nosotros mismos. Mientras esto continúe, no tendremos la paz para ser personas de buena voluntad.
Entonces, ¿cuáles son las responsabilidades de los cristianos Católicos en medio de todo esto? Jesús fue claro en su mandato, de que debemos ser reconciliadores. En su Sermón del Monte, dijo a la multitud reunida a la orilla del mar: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
¿No es irónico que, en nuestra sociedad actual, cuando las personas se esfuerzan por unirse en la reconciliación y promover la paz, sean criticadas por hacerlo? Esta es la obra del mal. Cuando las personas ven el deseo de respetar a los demás y, buscar una reconciliación genuina como una afrenta, eso no puede ser obra de Dios.
Puedo sugerir que, oremos y ayunemos por la paz. Algunas cosas se pueden lograr solo a través de la oración y el ayuno y, ciertamente, vale la pena orar y, ayunar por la paz en nuestros corazones, en nuestro país y, en nuestro mundo.
Oremos por nuestra nación y por todos nuestros líderes y miembros del Congreso recién elegidos para que, sus corazones estén abiertos para llevarnos a la paz que solo Dios sueña para su pueblo.
Las preguntas para el Arzobispo Aymond pueden enviarse a: [email protected].