A platform that encourages healthy conversation, spiritual support, growth and fellowship
NOLACatholic Parenting Podcast
A natural progression of our weekly column in the Clarion Herald and blog
The best in Catholic news and inspiration - wherever you are!
Feb. 19
7˚ Domingo del Tiempo Ordinario
Mateo 5:38-48
Queridos hermanos: Llegamos al final del capítulo cinco de San Mateo con lo que algunos han llamado, las locuras de Jesús. La dinámica es la misma: “Han oído que se dijo … pero yo les digo”.
Podríamos jugar a este juego, cuáles son las frases que comúnmente usamos y cuáles usaría el Evangelio. Por ejemplo: se saca más pidiendo que dando; cuanto más pones, más pierdes; hecha la ley, hecha la trampa, ahora intentemos pasarlas, por el filtro de las palabras de Jesús.
En aquel tiempo y quizás hasta hoy, uno de esos dichos era: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero Él nos dice: “No hagan resistencia al hombre malo. Al contrario, si uno te golpea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; al te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”. Menudo panorama, poner la otra mejilla, entregar el manto, caminar dos millas, dar prestado, estos verbos en nuestra sociedad no se conjugan, llevarlos a la práctica es una tontería. El texto es una exageración, no cabe otra cosa.
Está bien ser realistas, pero la primera lectura del Levítico, nos recuerda: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”. Estamos llamados a vivir en la humildad, de aquellos que parecen débiles, pero son los más fuertes. Cuando todos damos demasiada importancia a nuestros derechos, no hacer frente al que nos agravia, recibir bofetadas, compartir, dar, prestar, es como nos dice San Pablo en la segunda lectura: “Que nadie se engañe. Si alguno de ustedes se cree sabio en este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser sabio”. La sabiduría, por tanto, consiste en ser compasivos y misericordiosos, no en la venganza, sino en la mansedumbre, como nos decían las Bienaventuranzas. Pero el juego sigue: “Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los malos y los buenos, y manda su lluvia a justos e injustos”.
Esto es increíble, es el culmen, amar y rezar por los enemigos, pero no decimos que “al enemigo ni agua”, cómo le puede llegar la lluvia y el sol. Identificar a los enemigos a nivel personal o social, es la causa de muchas de nuestras guerras y enemistades, creadas en ocasiones por la influencia de los medios y el ambiente. Perdonar es la esencia de nuestro ser creyentes.
Lleguemos hasta el final: “Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. Aquí se resume todo el capítulo y la vida cristiana, pues se recoge lo que dice el Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” y lo que comunica San Pablo a los Corintios: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo son ustedes”.
Las personas, el prójimo, son y somos templo de Dios, desde esta perspectiva se puede entender toda esta Palabra. Simplemente es volver al Génesis: “Nos hizo a su imagen y semejanza”, volver a la santidad primera, y ésta es una tarea para toda la vida. Pidamos al Señor, que nos conceda mirar con otros ojos, entrar en la dinámica de cambiar esas expresiones que usamos y que no son muy cristianas, introducir en la vida cotidiana los valores, que, en todos estos domingos, nos ha trasmitido San Mateo, desde estas páginas evangélicas.